El español es algo que nosotros filipinos podemos llamar nuestro

Paolo Gabriel Romero
7 min readDec 26, 2020

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La declaración de la independencia filipina (Fuente de la imagen: US-Philippines Society)

Tan solo sabiendo español podrán conocer nuestros ciudadanos la ‘biblia’ del nacionalismo filipino. — Miguel Cuenco y Diosomito

Un país cuya gente no habla el idioma que los unió está condenada al principio. Se escribió casi enteramente la historia filipina en una lengua que es extraña ahora a nosotros, en que no era así antiguamente.

Los idiomas oficiales de Filipinas son inglés y filipino, en los que el último es una versión estandarizada de tagalo. Fuera de las provincias donde se habla tagalo como Bulacán, Cavite y Laguna, se hablan otros idiomas regionales como bicolano, ilocano, e hiligaynón. Sin embargo, no se debe olvidar que el español fue una lengua oficial de Filipinas desde 1565 hasta 1987.

Ya que fuimos una parte de España por casi tres siglos y medio, ¿por qué no echó raíces el idioma de Cervantes como en Hispanoamérica? A nombrar pocas razones, geográficamente estábamos muy lejos de España. El número de los españoles era poco (6.000 españoles a diferencia de 9.000.000 filipinos al final del siglo XIX según Javier Galván, un ex-director del Instituto Cervantes en Manila, en su artículo El boom del español en Filipinas), en que a veces un fraile español fue el único hispanohablante en un pueblo, prefiriendo aprender el idioma regional. Últimamente, la difusión del español pasó solamente en 1863 cuando la reina Isabella II decretó una educación compulsoria, pública y gratuita para los filipinos, estableciendo la primera instrucción pública en Asia. El producto del dicho decreto era una creación de una clase educada cuya lengua era el español. Los ilustrados como el héroe nacional José Rizal, Marcelo del Pilar y Graciano López Jaena eran los que formaban el núcleo del nacionalismo filipino, expresaban sus pensamientos y aspiraciones en un idioma común. Rizal escribió sus novelas en castellano para que pudiera alcanzar a todos los filipinos de aquel tiempo. Naturalmente cuando un tagalo conocía a su compañero tagalo, ellos hablaban en tagalo, y lo mismo para los otros grupos étnicos. Pero cuando se juntaban los grupos, tenían que entenderse en español porque los idiomas regionales no se hablaban entre sí. Aun los caudillos de la revolución filipina hablaban español como Andrés Bonifacio y Emilio Jacinto. Paradójicamente aunque la revolución filipina era un movimiento antihispano los revolucionarios hablaban español para comunicarse entre los otros grupos revolucionarios que vivían en otras partes de Filipinas. Aun el primer presidente Emilio Aguinaldo hablaba español y de hecho, no podría ser el caudillo de Filipinas en aquel tiempo sin saber el idioma. Era más fácil dirigir el gobierno filipino en castellano que en tagalo aunque la revolución filipina era por los tagalos y para los tagalos. Solo cuando los españoles empezaron a perder su control de Filipinas se unieron los otros grupos étnicos en luchar por la independencia filipina. Se debe acordarse que se redactaron los documentos fundamentales de nuestra nacionalidad en español como nuestra declaración de independencia, la constitución de Malolos, y nuestro himno nacional.

En el momento que los norteamericanos vinieron para conquistar a Filipinas, dramáticamente e irónicamente crecía el número de los hispanohablantes aunque los norteamericanos repusieron el español por inglés en la instrucción pública. Los intelectuales como Teodoro Kalaw, Rafael Palma, y Epifanio de los Santos luchaban para preservar la cultura hispánica frente a la “sajonización” de Filipinas. Los periódicos como El Debate, La Vanguardia, y La Voz de Manila fomentaban a sus lectores que siguieran hablando el español. Se establecieron los premios literarios como el Premio Zóbel para fomentar las letras filipinas en castellano. Por cierto hubo un florecimiento de la literatura hispanofilipina en los años 1920s y 1940s, produciendo gran obras literarias de autores como Fernando María Guerrero, Cecilio Apóstol, Jesús Balmori, Flavio Zaragoza Cano, y Claro Recto. En 1962 el diplomático Carlos Rómulo dijo la siguiente a una conferencia en Cavite:

Aquella generación de Recto, fue probablemente la flor más exquisita que la civilización de España produjo en Filipinas, escribía, hablaba, y pensaba en castellano. Dentro del marco oriental por un lado y norteamericano por el otro, se exhibía orgullosamente con una aristocracia intelectual. Como un blasón de un escudo de armas, su cultura española. En las cámaras, en los tribunales, en las cámaras legislativas, en los periódicos, en los altos tribunales del periodo transicional, muchos magistrados filipinos hablaban en castellano y en castellano formulaban sus opiniones legales. En las cámaras, los nombres más ilustres, los caudillos políticos de más posición discurseaban en español.

Pero este florecimiento se paró por el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en que los japoneses invadieron Filipinas e insistieron que los filipinos hablaran en tagalo, terminando español e inglés en todo lo cotidiano bajo la dominación japonesa. Cuando regresaron las fuerzas norteamericanas en 1945, fueron a Manila para liberarla de los japoneses, pero en vez de rendirse, cometieron muchas atrocidades a la población los japoneses, asegurando que Manila no sobrevivirá la destrucción que iniciaron. Los japoneses violaron y mataron a tantos civiles, en que entre las comunidades extranjeras, la comunidad española sufrió la peor de las atrocidades. Sin respetar que España y otros países eran neutrales, los japoneses mataron a sus ciudadanos, enojando a los caudillos de aquellos países respectivos. Durante la batalla muchos filipinos hispanohablantes murieron y los distritos donde se hablaba español quemaron como Ermita e Intramuros. La destrucción de Manila señaló la desaparición del idioma castellano en Filipinas. El centro de la cultura hispánica en Filipinas había desaparecido.

A pesar de esta realidad el castellano luchaba para sobrevivir en la vida cotidiana filipina. Muchos periódicos cerraron y los autores hispanofilipinos perdieron su audiencia. La ley Cuenco, en que mandata la enseñanza del castellano como asignatura obligatoria en las universidades, se pasó para encender el interés del español en los jóvenes pero le salió el tiro por la culata, debida a la inefectiva enseñanza del idioma en que mató cualquier motivación para aprender el idioma de los héroes filipinos. Sin la enseñanza correcta por los profesores, los estudiantes simplemente querían pasar la asignatura sin saber la significancia del idioma en la historia de Filipinas. Había protestas para suprimir la ley Cuenco, explicando que la asignatura no era importante para los estudiantes. En 1987, se eliminó el idioma español de la constitución filipina como idioma oficial durante la presidencia de Corazón Aquino.

Nicomedes “Nick” Joaquín, el escritor más grande de la literatura filipina en inglés a pesar de ser un hablante nativo del castellano, tuvo esto decir sobre el cambio de español a inglés en su artículo A propósito de una obra de Recto:

El cambio de español a inglés fue un golpe fatal a nuestro crecimiento cultural; sufrió nuestro desarrollo literario –y todavía sufre–, porque la literatura es la verdadera alma de la lengua y nos hicieron abandonar la lengua en que se había desarrollado nuestra literatura y tuvimos que empezar desde cero otra vez, pero ahora en inglés.

Lo que pasó después de la guerra fue que en vez de crear una convivencia de la cultura hispánica y norteamericana, se desechó el primero y se aceptó rotundamente el segundo. Por eso habíamos perdido el progreso potencial de nuestra literatura y nuestra conciencia de sí mismo como una nación independiente.

Es una desgracia que hayamos de leer nuestra literatura e historia con el uso de traducciones, y aún más trágico es que los lectores de España e Hispanoamérica aprecien a nuestros escritores más que nosotros. El senador Camilo Osías una vez dijo en el senado filipino:

El filipino que quiera saber la verdadera historia de Filipinas, debe leer las obras originales escritas en lengua castellana.

Sin embargo, no todo está perdido, ya que todavía hay filipinos que hablan español. Estos filipinos ayudaron a seguirlo vivo en sus respectivas maneras, ya sea para trabajo, tener una afición nueva, o preservar la cultura hispánica de Filipinas. Si pudieran tomar el inglés de los Estados Unidos y hacerlo nuestro, ¿por qué no hacer lo mismo por español? Después de todo, el senador Recto dijo lo siguiente:

…porque el español, por cuya conservación y difusión luchamos, que a eso se reduce a fin de cuentas nuestro hispanismo, es algo que ha llegado a ser nuestro propio, consustancial, por fuero de historia y de espiritualidad, por razones de presente y por exigencias del futuro, que sin él quedará grandemente menguado el inventario de valores de nuestro patrimonio cultural y descoyuntada toda prefiguración del futuro de nuestra nacionalidad…

El tercer presidente filipino José Laurel y García diría casi lo mismo en la siguiente, incluyendo un ataque frente al inglés;

Por otro lado, y como casi por ironía, la verdadera liberación del individuo filipino igualmente depende de su aprendizaje y uso del mismo idioma español o castellano, siendo este idioma el vehículo de su historia y de su identidad nacional. Triste será el día en que los españoles, y los hispanoamericanos pudientes, dejasen de secundarnos en nuestros esfuerzos por conservar este idioma común en nuestras islas frente al inglés. Tanto españoles, como hispanoamericanos, como filipinos, habremos perdido, en el momento en que desaparezca por completo el idioma español en estas islas, el orgullo de ser lo que somos, la dignidad de personas, el amor propio, el autorrespeto, la decencia en todo, porque todos, juntos, habremos igualmente admitido que ya no somos lo que debiéramos ser y que estamos sumidos en la mayor desgracia de todos los tiempos: la desunión y la desorganización frente a un común enemigo que nos fuerza su malsonante idioma.

Laurel y Recto supieron la significancia del idioma en la formación de nuestra nacionalidad y así también sus contemporáneos. Si hubieran vivido en las Filipinas del presente, se preguntarían lo que pasó para llegar a esta situación en que el idioma español había desaparecido casi totalmente pero a la vez estarían aliviados al saber que el español va a volver a hablar en Filipinas.

Aunque no se hablaba por todos de los filipinos, se hizo la lengua que unificó a los varios grupos étnicos de Filipinas en su búsqueda para la unidad nacional. Culturalmente e históricamente, el castellano es el idioma más importante que tenemos y solamente por saberlo podemos conocer verdaderamente lo que somos.

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Paolo Gabriel Romero
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Written by Paolo Gabriel Romero

A pianist, teacher, and writer who mainly writes in Spanish, English, and German.

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